La Pastoral Misionera con los Enfermos y Ancianos busca que los enfermos, los que sufren, los limitados físicos, etc., descubran su situación como un llamado al seguimiento más cercano del Señor, para ser transformados en sus discípulos predilectos mediante su Palabra y los sacramentos con el fin de que sean sus apóstoles. De esta manera, se los invita a ser misioneros a través de la oración y el ofrecimiento de su sufrimiento por las misiones.
Los enfermos están llamados a descubrir, con ocasión de las enfermedades, en los dolores y sufrimientos, una llamada especial del Señor para ser sus testigos con su vida, con sus palabras, con sus actitudes. El enfermo tiene la enorme y maravillosa posibilidad de identificarse con Cristo doliente en la cruz, y hacer carne propia las palabras de san Pablo: “estoy crucificado con Cristo y ya no vivo yo, es Cristo que vive en mí. Vivo de la fe en el Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí” (Gal 2,19-20).
De esta realidad de fe nace la dimensión misionera universal del enfermo y su dolor: “cuando yo sea levantado en la cruz, atraeré a todos hacia mí”, dice Jesucristo (Jn 12,32). La vida del enfermo convertida en ofrenda desde la cruz de su dolor, adquiere las mismas dimensiones del acto Redentor de Cristo por la salvación del mundo entero. El enfermo, puede cooperar en la obra evangelizadora universal, uniéndose a ella con su sacrificio, sus oraciones, su debilidad, sus soledades, sus abandonos, sus limitaciones, sus lágrimas (esto se conoce como cooperación espiritual con la evangelización).
Aunque parezca difícil, desde su cama, el enfermo puede ser misionero con sentido universal, apoyar con su propio sacrificio la obra de primera evangelización, y colaborar para la conversión de los miles de millones que no conocen a Jesucristo.
ORACION DEL ENFERMO MISIONERO
Señor y Dios mío, te adoro
y te doy gracias por un día más de vida.
Tú conoces mi existencia, sabes de mi dolor.
Has visto mis ojos llorar, mi rostro triste,
mi cuerpo doliente y la tristeza que ha pasado mi alma.
Seguiré tus pasos, porque “tu yugo es suave y tu carga ligera”.
Hazme comprender tus sufrimientos, tu amor hacia los hombres.
Sé que estoy cumpliendo en mi vida,
lo que le falta a tus dolores de Cruz.
Ayúdame a sufrir con alegría, sin quejarme.
Ayúdame a sufrir con amor.
Te pido por todos los misioneros, las personas que sufren,
los pobres, los abandonados, los enfermos,
los que no tienen si quiera un poco de cariño,
especialmente por todos aquellos que no te conocen.
Te pido por todos los enfermos y ancianos misioneros del mundo,
para que perseveren con fortaleza
y valentía en este camino de la oración y la entrega total,
en beneficio de la salvación de los hombres.
Señor, sé que todo, también el dolor,
los dispones para bien de los que amas.
Te ofrezco el descanso y todos los momentos de esta noche
y te ruego me conserves sin pecado.
Te pido perdón por todas las faltas
que pude haber cometido a lo largo de este día.
A ti encomiendo mi alma y te entrego mi vida.
Toma Señor mi cansancio y hazme reposar en tu presencia.
Amén